Una vez caminaba entre los pasillos y las islas del Fondo de Cultura Económica Rosario Castellanos (Bella Época). Desos días que no iba con la intención de comprar nada pero veía todo. Vi un librito que alguien había abandonado –se veía como desos que parecen huérfanos- lo abrí y me encontré con muchas ilustraciones poco comunes. Lo compré. Cursiagridulce es de Fernando Llanos. No se por qué pero mi vida está llena de coincidencias constantes. Aquella vez, llegué a mi casa y lo observé con atención y a detalle – me encontré con alguien conocido en los créditos- y esta noche, que pensaba en qué postear, lo volví a encontrar, huérfano entre mi mar de libros y recordé a la rinoceronta. Este post va dedicado a todos aquellos rinocerontes y rinocerontas que no quieren ver (…porque me cae que en este mundo a veces hace falta taaaanto corazón)
“los lentes de una rinoceronta que no puede (o quiere) ver todo el amor con el que le rodeo”
La buena vibra (agridulce)
2 comments
Comments feed for this article
November 7, 2007 at 1:03 pm
Julián Iriarte
Ni diga, que estábamos comprando regalitos corporativos: “no tenía intención de comprar nada”. ¡No sea mentirosa! Que la chunche apareciera es otra cosa…
December 26, 2007 at 4:50 pm
Fernando Llanos
Que buena onda que te encontraste el libro y más buena onda aun que te haya gustado tanto. Este tipo de anécdotas hace pensar que tanta chinga vale la pena.
Un abrazo rinocerontesco decembrino.
🙂
F